Por: periodismonegro / Sergio Haro Cordero
Son los detalles de aquel hecho que marcó el rumbo de México, el mitín en Lomas Taurinas Tijuana después de 20 años del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta.
El periodista Sergio Haro Cordero nos lleva a los detalles con estos relatos publicas primero en un suplemento especial del periódico La Crónica, y luego enriquecidos en su libro “¡No se oliven de nosotros!” producido por la UABC.
Periodismo Negro los reproduce con autorización del autor quien le tocó ver de primera mano los hechos que conmocionaron al mundo, el asesinato de un político y donde los principales sospechosos fueron sus correligionarios: el entonces presidente Carlos Salinas de Gorrati y el ex gobernador Manlio Fabio Beltrones Rivera.
Haro nos ayuda a entender detalles de aquel pedazo de historia, no solo con el texto sino con imágenes de aquellos momentos.
I
Del Aeropuerto a Lomas Taurinas
Con cerca de 40 minutos de retraso, alrededor de las 15:53 de ese miércoles 23 de marzo, el pequeño Jet Ejecutivo matrícula XA-RLR tocó plácidamente la pista del Aeropuerto Internacional de Tijuana.
El avión giró suavemente y dio una vuelta en U para detenerse frente al grupo de políticos y periodistas que lo esperaban.
De inmediato se abre la portezuela y asoma el bronceado rostro del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio.
Venían de La Paz, Baja california Sur, antes estuvo en Sinaloa, en este primer recorrido como candidato al noroeste mexicano.
Camisa azul claro, pantalón gris, su rostro bronceado refleja cansancio.
Asoma hacia la multitud que lo espera, agachado sale del avión, mira a la multitud, levanta el brazo derecho para saludar y de inmediato baja la escalinata.
Pareció la señal para que la estampida de priístas se desbocara a recibirlo.
La encabezaban César Moreno y Juan Maldonado, entonces líder estatal y coordinador del CEN, respectivamente y también estaban Antonio Cano, recién ungido dirigente local en Tijuana, Milton Castellanos Gout, José Luis Noriega Balcárcel, el entonces diputado José Ramírez Román y Carlos Hussongs, de Ensenada.
Todos en medio del mar de reporteros y fotógrafos que cubrían la primera llegada a Baja California de Luis Donaldo Colosio desde que fue designado candidato presidencial.
La agenda marcaba el primer evento en Lomas Taurinas, programado para iniciar a las 15:30, pero el vuelo desde La Paz había hecho que retrasase el itinerario.
Aeropuerto
Cientos de priístas se congregaron en el Aeropuerto Internacional de Tijuana para recibir a su candidato.
Pero fue evidente la desorganización.
Los priístas se habían reunido en la entrada a plataforma por la Zona Oeste, del lado que comúnmente ocupan los taxistas.
“La COR con Colosio”, “El CIM apoya a Colosio”, “La CTM con Colosio”, mientras una banda amenizaba el momento.
Un cerco de malla ciclónica separa esa zona de la plataforma de llegada de vuelos.
Guardias de seguridad del Aeropuerto, vestidos todos de negro, tratan de controlar el acceso, pero les resulta imposible.
Primero a los periodistas no los dejaban entrar.
Luego vino una contraorden y los informadores accedieron a la plataforma, pero los acomodan del lado Este “para que no estorben”, dice uno de los elementos del Estado Mayor Presidencial.
Luego a los periodistas los mueven de lugar “para que tengan mejor ángulo”.
Dirigentes, diputados, líderes literalmente se enfrentan con los guardias para lograr el acceso.
El caos
Pero aún se esperaba lo peor, la salida del candidato del puerto aéreo.
Apenas el candidato y quienes le rodeaban cruzó la maya ciclónica, la multitud se desbordó y se hizo imposible avanzar.
“Una valla”, “una valla”, era un grito al que nadie hacía caso.
De repente como que la seguridad del candidato se deshizo y la muchedumbre marcó la pauta.
Cerca de 15 minutos tardó Colosio en cruzar la veintena de metros hacia la salida, entre el vaivén de la gente que se acercaba al candidato.
Fueron momentos larguísimos hasta que finalmente Colosio, entre empujones, saludos y codazos, alcanzó la camioneta roja y gris, y aún así el auto tardó varios minutos en arrancar.
Desde ahí hasta la colonia, ubicada exactamente a espaldas del Aeropuerto, no tardó más de 7 minutos.
El convoy, conformado por más de una veintena de vehículos, cruzó raudo frente a la glorieta, viró a la derecha para tomar la avenida del Tecnológico, cruzar las instalaciones de la UABC, llegando hasta el acceso a Lomas Taurinas.
Taurinas
Apenas el auto con el candidato recorre unos 100 metros de la empinada avenida -la única con pavimento-, y el vehículo se detiene.
Colosio es el primero en descender y ahora sobre la camisa porta una chaqueta blanca.
Lo flanquean a su izquierda César Moreno, dirigente estatal del PRI, a su derecha, Juan Maldonado, el coordinador del CEN de ese mismo partido.
Detrás de él, sin despegarse un metro, caminó presuroso Domiro García, y apenas bajan hasta la calle Mimiahuapan, ahora conocida como Plutarco Elías Calles, los vecinos empiezan a acercarse para saludarlo.
Colosio se deja querer y se acerca, a dos manos saluda sin darse abasto, le acercan una bebé y la besa, le entregan documentos, peticiones, y llega hasta el frágil puente de madera.
Cruza sin apresuramiento y aún alcanza a detenerse a la mitad para saludar brazo en alto a la multitud a sus espaldas.
Frente a él aparece una gran valla que termina exactamente en un viejo pick up que serviría de templete para el mitin.
Colosio y comitiva cruzan la primera parte de la valla, pero luego ésta se deshace y de nuevo, el remolino, empujones, saludos, más empujones, hasta que el candidato llega y como puede se trepa a la caja del pick up.
Con media hora de retraso, cada quien toma su lugar, el mitin está a punto de iniciar…
II
Falta Mitin y la cita
El mitin y la cita con la muerte
¡Aquí en Tijuana, vamos a ganar!, dijo, casi gritó, Luis Donaldo Colosio ante los cerca de 4 mil priístas que atestiguaban su primer acto político como candidato presidencial en Baja California.
“La iniciativa popular a la Presidencia de la República… ¡Que viva la organización popular! ¡Que viva el PRI, que viva México!”, gritó el candidato, olvidándose de la irritación en la garganta.
Miles de palmas empezaron a aplaudir encimándose el ruido del aparato de sonido que estaba a todo volumen.
“Ibamooos, a la molienda, ibamoooos, a la molienda”, se escuchaba, mientras Colosio bajó de la caja del viejo pick up para encontrar los brazos de la multitud que lo esperaba.
Para esto, la valla había desaparecido y la avalancha marcó la pauta.
Todos querían saludar, tocar, abrazar, o entregar alguna petición al candidato.
La masa humana avanzó un poco hacia la izquierda, luego retomó hacia la derecha.
Al menos diez integrantes del Estado Mayor rodeaban a Colosio.
El Coronel Federico Reynaldos del Pozo, cuidaba el frente del camino, igual el Mayor Víctor Manuel Cantú.
El Mayor Germán González, camina entre Colosio y Reynaldos.
Del lado derecho, Miguel Ángel Zimbrón, del Estado Mayor Presidencial, igual el Teniente Adrián Martínez. Fernando de la Sota camina a metro y medio, al lado izquierdo del candidato, lo mismo Roberto Merín.
El General Domiro García, Jefe de Seguridad, camina detrás del candidato.
En la bola aparece Yolanda Lázaro, dirigente de Lomas Taurinas, Mario Alberto Carrillo, colaborador del PRI y Sara Ruth Martínez, del Movimiento Territorial.
Frente a Colosio se encuentra Rodolfo Mayoral, a la derecha del candidato, Vicente Mayoral y detrás de Colosio, por el lado derecho, sobresale Tranquilino Sánchez y su infaltable gorra negra.
Te pica la culebra…
Del lado izquierdo de Colosio camina Othón Cortez, frente a él José Romero, de la CCI, de lentes y sombrero blanco. Entre ambos, también de lentes obscuros, Salvador Hernández Tomassini.
“… te pica la culebra, te muerde los pies”, escupía el sonido tras las megabocinas cuando Tranquilino manotea entre la gente y se abre paso.
El reloj marca las 7:12 de ese miércoles 23 de marzo.
A la vez Domiro es desplazado y Tranquilino con el brazo izquierdo aparentemente abre cancha y entre la gente sobresale el mechón de un joven que se acerca presuroso, saca una pistola y en fracción de segundos, la acerca a la nuca del candidato.
De reojo Colosio parece detectar el cañón del arma y como que quiere evitarla, pero el disparo retumba en medio del ruido.
El candidato presidencial se desploma ante los atónitos ojos de los presentes que por instinto abren un hueco entre la gente donde cae el político sonorense, mortalmente herido.
En el video se aprecia cómo Othón Cortez cruza hacia el lado derecho.
Son segundos de confusión y angustia.
Colosio cae boca abajo, llevándose las manos al abdomen, donde recibió otro balazo.
Vicente Mayoral reacciona tratando de sujetar la muñeca del joven de chamarra negra.
A la vez, Domiro García y los guardias Merín, Zimbrón y Salinas, levantan a Colosio y salen corriendo hacia la ambulancia.
En la confusión, a medio metro de distancia, varios caen sobre el joven, mientras los guardias reaccionan y levantan en vilo el cuerpo inerme de Colosio.
Cargándolo, corren abriéndose paso entre los incrédulos presentes, cruzan el puente de madera y llegan a la ambulancia empujando fotógrafos, curiosos y todo el que se cruzó enfrente.
Uno de los guardias, en su desesperación, trata de cubrir la herida de Colosio en la cabeza, por la que fluye el chorro de sangre, pero su intento resulta imposible.
La ambulancia está bloqueada y el cuerpo sangrante del candidato es subido a la Blazzer gris con rojo.
Juan Maldonado, coordinador del CEN del PRI, jala a Colosio de la chaqueta y la ensangrentada cabeza queda sobre las rodillas del político veracruzano, en el asiento posterior de la Blazzer.
La Blazzer sale a toda velocidad, y del lado izquierdo del vehículo, Othón Cortez –jeans, saco verde- abre paso al vehículo.
Unos 200 metros adelante, la Blazzer se detiene para trasladar al herido a la ambulancia número 44 que lo lleva al Hospital General.
¡Mátenlo, mátenlo!
Al detener a Aburto se arma el caos y en el forcejeo caen al suelo varias personas.
Mayoral tiene a Aburto detenido de la chamarra negra y su hijo Rodolfo lo jala, pero hay al menos diez personas en el suelo.
“Fue el ruco, fue el ruco”, gritaba Aburto.
En el suelo y ya sometido, Alejandro García, del Estado Mayor, saca su pistola escuadra y estampa un cachazo en la frente de Aburto. Intenta el segundo pero alguien le detiene la mano…
Entre él y Arturo Pancardo, levantan a Aburto, pero algunos de los presentes empiezan a golpear a Aburto.
¡Mátenlo, mátenlo!, gritan mientras lo golpean con palos, piedras, patadas.
El grupo intenta subir hacia el pequeño callejón sobre el que estaba el pick up-templete, pero regresan entre la histeria colectiva.
Parece que el linchamiento es inminente.
Un fotógrafo priísta se acerca y estrella una piedra en la cabeza de Aburto, otro más llega y lo patea por la espalda. La tensión se desborda mientras los guardias cruzan el puente y toman la calle Mimiahuapan, el mismo camino que recorrió Colosio en su llegada.
¡Yo no fui, yo no fui!, gritaba Aburto mientras lo siguen golpeando.
Casi en la esquina de Mimiahuapan lo suben en una camioneta Silverado gris con negro y tratan de arrancar, pero la multitud lo impide.
Avanzan trabajosamente apenas unos metros, luego dan vuelta a la izquierda y toman en subida la empinada cuesta.
Sólo recorren cuatro o cinco metros ya que la multitud no los deja avanzar.
Reynaldo del Pozo, del Estado Mayor, a su lado, el Coronel Pancardo, García Hinojosa custodia a Aburto, junto con el Coronel Cantú Monterrubio.
Cortan cartucho
Apenas avanzan unos metros cuando de repente aparecen elementos del Grupo Táctico de la Policía Municipal de Tijuana, encabezados por David Rubí, el jefe de ese grupo especial.
Rubí exige la identificación de los custodios de Aburto, momentáneamente se la niegan y entonces cortan cartucho, todo en medio de la multitud que corría al lado del vehículo.
Son momentos de gran tensión.
Rápido, Pancardo asoma una credencial y Rubí les grita:
Enfilan directamente hacia las oficinas de la Procuraduría General de la República en la Zona Río.
Entre la tensión, el ulular de las sirenas y las prisas, en el trayecto se suscitan varios choques.
Frente a la PGR bajan a Aburto y minutos después, otros agentes llegan con Vicente Mayoral y en los escalones de la entrada éste se cae y lo meten arrastrando.
Afuera de la PGR, quedan periodistas, curiosos y testigos.
Entre éstos sobresale el llanto de la periodista Eglantina Esquivel, quien, en shock nervioso exclama:
“¡Yo lo ví, estaba a unos metros de Colosio, le dispararon!”, repite ante la cámara de televisión.
III
Aburto6
Confusión rumbo al Hospital
En un primer momento, Luis Donaldo Colosio fue subido a la Blazzer gris con negro para trasladarlo al Hospital, pero apenas recorrió 200 metros, lo bajan para llevarlo a una ambulancia.
En la ambulancia se encontraban cuatro enfermeras, el conductor Juan Sabines Venegas y el doctor, de apellido Villegas Cuervo.
También suben al vehículo el médico de cabecera de Colosio, de apellido Castorena y el Doctor Álvaro García Taxilaga.
Dentro de la ambulancia también viajaron al menos 5 de los guardias del Estado Mayor Presidencial, encabezados por su jefe, Domiro García.
“Tenía los ojos saltados, era impresionante”, comentó Juan Maldonado, el coordinador del CEN del PRI, quien fue sacado del primer vehículo donde subieron el cuerpo herido del candidato.
De acuerdo a testimonios posteriores de los presentes, en el trayecto al Hospital General, los médicos hicieron maniobras para resucitar a Colosio.
Le introdujeron una cánula para ventilarlo boca a boca, además de aplicarle suero.
Según las diversas versiones, la ambulancia tomó la calle Castillo de Chapultepec, cruzó a toda velocidad la Colonia Postal, tomó la calle 16 de la colonia Libertad, pasó por debajo del Puente del Ferrocarril y dio vuelta a la izquierda hacia Paseo Centenario, para llegar al Hospital General.
Esfuerzos
Al llegar al Hospital, de inmediato el cuerpo de Colosio fue trasladado al quirófano, donde se le preparó para ser intervenido de urgencia, con tijeras se le rasgó la ropa.
Para esto, en el hospital ya habían sido convocados diversos especialistas, entre ellos la cardióloga Patricia Aubanel.
La especialista expuso que detectó que en el cuerpo de Colosio baja tensión arterial apreciándole inestable y al borde del paro cardiaco.
Al momento se le aplicaron varias transfusiones de sangre.
También se le abrieron vías de acceso venoso para facilitar la circulación de los medicamentos.
A la vez, en el ventrículo derecho del corazón se le instaló un catéter de marcapaso para aumentar las contracciones e incrementar la presión arterial.
Al mismo tiempo, los doctores García Taxilaga el jefe de Cirugía del Hospital, de apellido Mascareño, atendían la lesión en el abdomen.
Afuera del Hospital se concentraron priístas, ciudadanos sin partido, policías de todos los niveles, pero sobre todo, muchos periodistas.
Adentro del quirófano, el doctor Machado Salas buscaba descompresar la herida en el cráneo.
Pero se le presentaba una tarea imposible.
La bala había lesionado el hemisferio derecho del cerebro, además el proyectil se desvió y afectó el tallo cerebral.
De acuerdo a versiones posteriores de los médicos, en caso de que Colosio hubiese sobrevivido, hubiese perdido el control de movimientos, incluyendo el centro respiratorio cardiaco.
En otras palabras, hubiera quedado vivo pero en estado vegetativo.
Afuera, camarógrafos, reporteros, todos presionaban por contar con información.
Los teléfonos públicos del Hospital se saturaban, pues los periodistas enviados de diversos medios buscaban transmitir la nota del atentado.
Ambulancia aérea
Alrededor de las 6:30, una ambulancia aérea de San Diego se posó en la explanada del Hospital General.
El helicóptero presta servicio a clínicas especializadas, como la de la Universidad de San Diego, el Hospital Sharp y el Hospital Scripps, de La Joya, este último a donde se pretende trasladar al candidato herido.
Una funcionaria de la embajada norteamericana sale corriendo del nosocomio y algunos periodistas la confunden con Diana Laura Colosio, tratan de entrevistarla pero los rechaza con determinación.
Los policías organizan una cadena humana desde la puerta del nosocomio hasta el helicóptero, pero la espera se prolonga.
Dentro del quirófano, sumamente resguardado, los médicos hacían esfuerzos imposibles para mantener con vida al hombre postulado por el PRI para encabezar los destinos de México.
Todos los esfuerzos resultaban infructuosos, la vida del candidato se perdía en esos segundos que parecieron larguísimos.
Lo inevitable llegó al desaparecer el pulso por completo, y de inmediato la doctora Aubanel intentó resucitarlo, intento que se prolongó cerca de una hora con 15 minutos.
A esa hora, una negra pero clara señal: El helicóptero norteamericano prendió motores y tomó vuelo…
La esperanza…
El reporte médico firmado por los doctores García y Castorena explicó los esfuerzos realizados y concluyó:
“Durante el procedimiento, el paciente presentó deterioro hemodinámico hasta el paro cardio-respiratorio irreversible, a las 19:45 hora local”.
Toda la sala de espera estaba repleta.
Por ahí deambulaba Milton Emilio Castellanos, Patricia Schroeder, presuroso y pálido llegó el alcalde mexicalense Francisco Pérez Tejada.
“Esto va a complicar todo”, comentó al reportero a manera de saludo.
Alrededor de las 9:30 de la noche, del pasillo que conduce al quirófano emergió Liébano Sáenz, el jefe de prensa de Colosio durante la efímera campaña presidencial.
Decenas de cámaras se arremolinaros frente al vocero de campaña.
Trémulo, Liébano dio lectura a un comunicado de prensa donde se reseñan los esfuerzos técnicos para mantener con vida Colosio y anunció de manera oficial el fallecimiento del candidato.
Ante el pasmo de los reporteros, intentan dos o tres preguntas, pero un rictus en el rostro denota la negativa.
Y mientras la nube de reporteros e trasladaba a la sala de prensa instalada en el Hotel Paraíso Radisson, en el Hospital iniciaban los preparativos para practicar la autopsia.
Dos pistolas, un asesino
La mañana del jueves 24 de marzo, el Procurador General de la República, trató de ser contundente al explicar en conferencia de prensa que sólo Mario Aburto Martínez había disparado en dos ocasiones contra el candidato presidencial Luis Donaldo Colosio.
La tesis del “asesino solitario” apenas tomaba forma, pero desde su gestación, sonó hueca, poco creíble.
Sobre todo porque los disparos se produjeron desde posiciones encontradas.
Uno desde el lado derecho, con orificio de entrada por la parte posterior del cráneo, con trayectoria de derecha a izquierda.
El otro, en el abdomen, en sedal -rozando-, con trayectoria de izquierda a derecha.
Es decir, se trató de dos balas encontradas.
La mañana del 24 de marzo, en declaraciones a Radiocadena Enciso, de Tijuana, la doctora Patricia Aubanel –quien atendió a Colosio- declaró que las heridas fueron producidas por armas de diferente calibre.
Valadés el mismo día 24 ante la prensa fundamentó:
“Al sentir este impacto en la sien derecha, la víctima giró sobre su eje, en el sentido contrario a las manecillas del reloj y cuando se desplomaba, el victimario accionó nuevamente el arma para producir una segunda lesión en la región abdominal…”.
Pero la versión de Valadés se desvanecía ante la contundencia de los especialistas.
Dos calibres
Entre el mar de información surgida la mañana del 24 de marzo, destacaron las declaraciones de la prestigiada cardióloga Patricia Aubanel, quien expuso que se trataba de heridas producidas por balas de pistolas diferentes.
Aubanel fue uno de los especialistas convocados de emergencia para tratar de salvar la vida del candidato priísta.
Ella expuso que la herida en la cabeza fue producida por una arma calibre 38 y la del abdomen por un calibre más chico, probablemente .22.
Pero las declaraciones de Aubanel de inmediato se silenciaron.
Esa misma noche fue entrevistada en vivo en el noticiero televisivo En Síntesis, pero evitó el tema de los dos calibres.
De acuerdo a testigos, antes de la entrevista la especialista tijuanense recibió una llamada. Desde ahí cambió su actitud.
IV
Aburto3
Del Hospital al Aeropuerto, en Carroza
Decenas de fotógrafos hicieron guardia en el acceso posterior del Hospital General de Tijuana, esperando salida la carroza que transportaría el féretro con los restos de Colosio al Aeropuerto.
La escena parecía imposible. Horas atrás, los mismos reporteros esperamos la llegada de Colosio en el Aeropuerto, lleno de energía, en plenitud de su carrera política.
Ahora, esperábamos su salida del anfiteatro del hospital, sin vida, el cuerpo inerme, asesinado.
En la salida del hospital llega y llega más gente.
Un poco después de la media noche, llega la carroza y se estaciona en reversa.
El tumulto es impresionante y todos buscan la foto.
“Por respeto al licenciado Colosio –suplica, ordena, Liébano Sáenz a los fotógrafos-, por favor, dejen espacio para salir”.
David Rubí, del Grupo Táctico y Domiro García, el jefe de seguridad de Colosio, tratan de coordinar la salida.
Trabajosamente y entre empujones y empellones, sale el gris féretro, como pueden lo acomodan en la carroza.
Cientos de flashazos parecen dar el adiós al priísta asesinado.
La carroza toma la pequeña curva de salida y es seguida por algunos fotógrafos, los curiosos, silenciosamente atestiguan la escena.
Algunos portan aún el cartel con la imagen sonriente de Luis Donaldo Colosio.
Es un rato amargo, amargo y trágico.
Del hospital, la carroza emprende hacia el Aeropuerto Internacional de Tijuana.
Ahí esperaba el avión presidencial de la Fuerza Aérea Mexicana con matrícula TP-03, con una impresionante valla de agentes de seguridad esperando el féretro.
Diego Valadés, Procurador General de la República aparece flanqueado por Manlio Fabio Beltrones, el gobernador sonorense, y Arturo Ochoa Palacios, el delegado de la PGR en Baja California.
En el compacto grupo aparece Juan Maldonado, -ya cambiado de ropa- Eduardo Robledo, entonces Senador de la República, y José Murat, uno de los más cercanos colaboradores de Colosio.
En el avión sólo viajaron Diana Laura y algunos elementos del Estado Mayor Presidencial.
La aeronave tomó vuelo cerca de las 3:00 A.M. del 24 de marzo con rumbo a la ciudad de México…
24 de Marzo en Tijuana
Al día siguiente del atentado, la expectación nacional e internacional se concentró en Tijuana, Baja California, municipio gobernado por panistas en una entidad dominada por la misma corriente blanquiazul.
El atentado contra Colosio era el comentario obligado y los raitings de radio y televisión brincaron, lo mismo la demanda de periódicos.
Todo mundo buscaba más datos, mayor información.
Por la mañana trascendió que agentes federales realizaron una reconstrucción del crimen en Lomas Taurinas.
La zona del atentado fue acordonada, pero desde lejos se apreciaba el gran charco rojo dejado por la sangre de Colosio.
En Lomas Taurinas flotaba un ambiente de funeral, los vecinos evadían a periodistas y camarógrafos y se instaló una permanente vigilancia por elementos de la Policía Judicial Federal.
En la PGR, Diego Valadés, el Procurador General de la República, expuso en conferencia de prensa la versión oficial del atentado.
Ante los periodistas nacionales y extranjeros, Valadés expuso por primera vez la versión del asesino solitario.
“Al sentir el impacto en la sien derecha, la víctima giró sobre su eje en el sentido inverso a las manecillas del reloj, y cuando se desplomaba, el victimario accionó nuevamente el arma para producir una segunda lesión en la región abdominal”, dijo Valadés.
Evidentemente malhumorado, prepotente, el Procurador General de la República terminó la lectura del comunicado de prensa y no aceptó preguntas, salió rápido y dejó la orden de no permitir la salida de los reporteros para evitar que lo siguieran.
Sobre el escritorio de Antonio Cano Jiménez, líder del PRI en Tijuana, aparecen varios periódicos. Destaca una foto a todo color en media plana de la portada con la imagen de Colosio ensangrentado, desfalleciente.
Los priístas locales aún no dan crédito a lo sucedido y es general la actitud de buscar escindir responsabilidades.
Humberto Sanoja, uno de los coordinadores del Grupo Tucan, entrevistado en la sede del tricolor en Tijuana, expuso que personal del Estado Mayor les ordenó deshacer las vallas de seguridad momentos antes de iniciar el mitin.
Nervioso, impactado, el priísta prefiere no hablar mucho, similar actitud muestran la mayoría de los priístas tijuanenses.
Esa mañana trascendió que podrían ser liberados Rodolfo Mayoral –uno de los que detuvieron a Aburto- y Antonio Sánchez Ortega, el agente de Gobernación que dio positivo en la prueba de radiozonato de sodio.
¿Quién es Mario Aburto? ¿Qué hace? ¿A qué se dedica? ¿Dónde vive? ¿Por qué lo mató?, son las preguntas que se repetían una y otra vez…
V
Dos pistolas
Pero en otros casos no se callaron.
La misma noche del 23 de marzo, el Grupo Táctico, de Tijuana, elaboró un reporte de lo acontecido esa tarde, el cual se entregó al Director de Seguridad Pública, José Federico Benítez.
En el documento se expuso como el Grupo Táctico fue requerido por elementos del Estado Mayor Presidencial para regresar a Lomas Taurinas a recuperar un arma.
De acuerdo al documento, la solicitud del Estado Mayor se fundamentó al tratar “de buscar el arma que se había utilizado para herir al licenciado Colosio”.
Esto mientras en la Procuraduría General de la República, Mario Aburto rendía sus primeras declaraciones y reconocía la Taurus .38 brasileña.
De acuerdo al reporte policíaco, los elementos del Estado Mayor Presidencial, se retiraron del Hospital General en un Celebrity azul, con placas 026NRJ9, sin esperar el apoyo del Grupo Táctico.
Luego, a las 9:30, el teniente Roberto Merín, del Estado Mayor Presidencial, solicitó por radio el apoyo del Grupo Táctico para llevar el arma que traía, al parecer en un portafolio, a las oficinas de la PGR, ya que a sus compañeros con los que regresó de Lomas Taurinas no los encontró por ningún lado.
El reporte policiaco, -al que obtuvo acceso LA CRONICA- expone que el Táctico escoltó al militar hasta las oficinas de la PGR en la Zona del Río.
El mismo documento anotó que a las 22:40 horas de esa noche, uno de los coordinadores de seguridad del PRI, Fernando Orozco, llegó ante elementos del Grupo Táctico preguntando por el teniente Morín, quien conducía el auto en el que se trasladaron a Lomas Taurinas para… buscar el arma homicida.
La Crónica, suplemento aniversario asesinato de Colosio, marzo 1995
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