Es sabido que Xi Jinping sí desea un cese al fuego comercial con Estados Unidos, por lo que se sabe hasta el momento por medio de la prensa oficial China, es que el mandarín Xi ha autorizado a su negociador de confianza, Liu He, pactar una reunión con el Representante de Comercio estadounidense Robert Emmet Lighthizer, en los primeros días de octubre para reanudar una nueva búsqueda de solución al conflicto económico-comercial que ambas partes vienen librando desde el año pasado.
China ha sido durante mucho tiempo el centro de poder de Asia Oriental y hoy se disputa contra Estados Unidos el título de “la primer super potencia del globo”, contiene sobre su suelo a mil cuatrocientos millones de personas, logró un avance expansivo acelerado a partir de la década de los ochenta que continúa hasta el día de hoy, basado en gran manera por su mercado externo, es decir, sus exportaciones hacia Estados Unidos y la recepción de tecnología norteamericana a cambio de permitir las inversiones dentro de China, y aquí es donde se origina el actual conflicto.
El gigante asiático se presenta últimamente en defensa de sus ambiciones económicas, ya de forma decisiva, elevando el enfrentamiento con Estados Unidos de América, representado por un avatar particularmente complejo y difícil, Donald Trump, quien también se ha mostrado intensamente combativo partiendo de un discurso político proteccionista, priorizando los intereses nacionales, exigiendo que se respeten los derechos de los inversionistas gringos en Asia. El presidente Trump argumenta que China está absorbiendo la tecnología norteamericana al condicionar la entrega de su tecnología a cambio de permitir las inversiones, por lo que Trump exige que Pekín acepte legislar de inmediato para cambiar las leyes vigentes de propiedad intelectual garantizando inversiones extranjeras justas.
Las dos potencias sufren ya consecuencias en sus propias economías por la imposición mutua de aranceles y mantienen muy nerviosos a los mercados bursátiles globales y a sus principales socios comerciales que dependen de la permanencia o desenlace de esta guerra, sobre todo las mas frágiles, vulnerables a los embates externos. Las tensiones de una amenaza real al crecimiento económico global advertido por los analistas desde inicios de 2019 a causa de la pelea entre las dos economías mas grandes del mundo está produciendo ya una desaceleración global que se agudiza con el asiduo embate del presidente Trump, quien precisamente este tres de septiembre amenazó de nuevo a China, pues advirtió que de ganar las elecciones en 2020, los empleos, el dinero y los negocios chinos desaparecerán porque él mismo endurecerá los acuerdos, mientras tanto en el trayecto se sigue dañando severamente la confianza entre los dos gobiernos, por lo que figura aún mas difícil alcanzar un buen acuerdo el mes próximo.
De llegar a un nivel mayor de conflicto, el mas rápido en desangrarse, creen muchos, sería precisamente Estados Unidos, para otros, China va perdiendo. Falta ver, quienes serán los valientes de la élite política norteamericana y empresarial que apoyarán a Trump en esta cruzada hasta el final de las próximas elecciones. La actitud determinante y el comportamiento muchas veces incoherente del presidente norteamericano muestra un tipo de estrategia sumamente arriesgada pero la razón medular del desacuerdo es vital para el crecimiento y desarrollo de la industria norteamericana. La autosuficiencia tecnológica es el meollo de esta guerra, y por ende, la corona de la potencia líder de la Tierra.
<Asbel Esliman>
Categorías:Opinión, Política y Gobierno