Cristian es autor, conferencista y político independiente. Trabaja como tallerista con adolescentes, asesor de comunicación y promotor de eventos. Promueve la lectura y creación literaria desde hace 10 años. En sus tiempos libres ayuda voluntariamente con distintas asociaciones civiles para el mejoramiento de la ciudad en la que reside. Estudios en psicología y derecho.
Piccolo Daimaku es un ejemplo de que hasta el más demonio, puede entender un concepto político, una idea de bien común. Puede coincidir y construir un mundo mejor.
La política tiene mucho que ver con la conversación, le digo a un nuevo amigo con el que empiezo a conversar constantemente, un joven que me pidió citas para compartir algunos proyectos y sueños de ciudad. Ahí estábamos como en un ring de película animada, calentando, charlando. De pronto, en el calor de esas reuniones, lo digo: “La política es esto, conversar”. Lo digo como medio para resumir y enfatizar a la comunicación efectiva como principio político. Me sorprendo, hasta cierto punto, de lo mucho que emociona a mis palabras algo que realmente no había reflexionado de manera concreta. Él lo debate. No está de acuerdo. La política es como la obra civil, es planeación. Debo argumentar mi punto, quizá incongruente con aquel Cristian que tanto decía que la política es resolver. “La política es conversar”.
Me voy hacia algo que sí tenía claro: Facebook es una forma de hacer política conversacional, de estar en contacto, de convencer. Porque la política, ahí si en el entendido de muchos teóricos, tiene que ver con convencer, con influir. Con ejercer un poder que le pertenece al pueblo, para construir ciudad.
Durante los tres años de la regiduria e incluso de manera excesiva (a veces desorganizada para resultados, hoy debo admitirlo) durante la campaña independiente que me tocó coordinar, abrimos muchas conversaciones, interactuamos. Conocimos y conocí muchas personas, comparti muchas ideas. Algunas personas dicen que contesto mucho, que discuto de más, que trato de convencer a gente que, de tan aferrada a la crítica, no podré convencer. Pero en la charla con el joven mercadologo e ingeniero, digo algo que no había concretado: no se trata de convercerlos únicamente. Se trata de que al momento de diferir, de tener una idea, ellos están aportando algo a la política. Vale la pena que amplíen su pensamiento. Que participen.
Aqui es donde vale la pena la metáfora de un personaje ficticio que considero icónico en el arte de compartir qué piensa y quién es, con quien coincide con él (sus aliados) y con quien le ataca -sus enemigos de batalla-: El hijo de Piccolo Daimaku, el demonio más grande de la saga Dragón Ball.
Piccolo es un filósofo. Nació como enemigo, peleó como enemigo, fue duro en su afán de matar a Goku. Pero el famoso sayayin de la tierra, que no habla ni piensa profundamente, fue claro en sus conceptos y claro en su bondad. Le intentó convencer y tuvo afecto. Le confío a su hijo. Quizá si Goku no dedicara su tiempo a compartir sus ideas (muy básicas, ser más fuerte, salvar al mundo) Piccolo no sería el personaje de mayor influencia de la saga. Mismo caso con otros enemigos anteriores y posteriores.
No sé si la mejor forma de hacer política sea la conversación, pero sé que me gusta contestar, compartir ideas, diferir. Me queda claro que la mejor forma no es utilizar el golpe de dragón, como el pequeño goku de la primer seríe, pero sí ser claro con ideas, defenderlas, compartirlas de la forma más efectiva posible. A veces eso ha implicado que no responda a todos y que a personas cercanas las deje de lado, pero ello tiene más que ver con organización personal . Recuerdo las conversaciones de Memo Rentería y su énfasis en la exitosa campaña del bronco: tenían cuentas de personas conversando a nombre de él, con sus ideas. Seguramente miles de regiomontanos sabían que no era el candidato independiente quien les contestaba. Pero quizá en una de esas, si fuera. Y Facebook de 2015, incipiente en la comunicación directa, fue la herramienta.
Hoy las personas están más acostumbradas a ser emisor y receptor al mismo tiempo. Eso si, tal vez a expresar ideas sin todo el sustento, pero sí a comunicar constantemente, a decir y recibir respuesta. Facebook en su primera década era un experimento. Hoy es un canal, al igual que otras redes sociales.
Otro ejemplo de la importancia de la conversación como base, pero invertido en su productividad comunicativa es el político de comunicado. El que más que contestar, lanza mil palabras por idea en el periódico, al que a veces paga porque publiquen algo. Y no digo que la prensa no sea base, sino que la gente no está acostumbrada a solo leer. Debe leer y conversar y si decide entre esas dos, elegirá conversar. Debe conocer una idea profunda, claro pero también compartir sus ideas no tan profundas. Al ciudadano que empieza a politizarse no hay que educarle, hay que conversar con él de lo que pensamos. Hay que ayudarle a concretar lo que él también piensa, sin darle una cátedra sayayin. Hay que dejarlo que él decida salvar el mundo y si no lo hace, al menos que sepa por qué ideales el no quiere salvarlo. Será un mejor político al hacerlo. ¿No es eso lo que deseamos, más participación en estos tiempos?
Y al final, menos es más. La brevedad, clarificar las ideas, genera mayor influencia y mejor política. El bronco (así en minúsculas porque a muchos nos decepcionó y más que eso, rebajando su candidatura independiente a una caricatura) no descubría el agua tibia, teniendo mil cuentas hablaba con miles. Pero siendo uno, pensando claramente uno, se habla con dos, tres, cinco al día y se refuerza lo que piensas. La conversación es un canal para salvar el mundo. Piccolo y sus diálogos con Gohan, lo comprueban.
En tiempos de Facebook y redes sociales convencer y dialogar es un medio para hacer política de verdad, donde matar no es la finalidad, sino construir aliados. Donde la clave no sea ganar elecciones, sino mentes y corazones. Donde no se trate de matar a Goku, sino salvar el mundo.
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Fotografía de portada: Dragon Ball Fandom
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