
Suena curioso pensar que un aspecto que estamos olvidando incluir en nuestras vidas sea el de promover más interacción entre personas. Pero es algo que me parece debe hacerse. Intentaré explicar porqué.
La expansión de internet en nuestras vidas, y el posterior surgimiento y crecimiento casi exponencial de las redes sociales que pretendían en sus orígenes acercar a los individuos, ha demostrado no ser por sí mismo suficiente motivo para alcanzar ese objetivo. Las redes sociales han puesto en evidencia los intereses de grupos de poder; la brecha enorme entre niveles educativos, culturas y religiones. Más allá de unir, han marcado claras fronteras entre unos y otros. Aunado a nuevas modalidades de engaño con el manejo de algoritmos y usuarios ficticios. Nos hemos distanciado.
Este colapso de uno de los pilares de las conocidas como redes sociales, que podemos rebautizarlas ahora como redes tribales, nos encamina a la necesidad de replantear las formas de interacción entre los usuarios reales.
Y una ruta esencial es la promoción del diálogo. Un concepto que hemos desestimado, o abandonado en nuestro afán de ser los únicos escuchados. El diálogo cuenta con un elemento muy valioso, que es la alternancia en el proceso de comunicación entre los participantes, dos o más personas.
Una alternancia que se ha visto reducida a en los espacios virtuales. En ellos surgió la modalidad de comunicación vertical, con poca o nula posibilidad de retroalimentar a la persona que expone. Un espectáculo, un show, una obra teatral que simula un contacto con personas que tienen espacio libre por afinidad, conveniencia, o simulación. La desaparición precisamente del diálogo. Un proceso de comunicación viciado ante el espejo lleva a una mayor división, a un distanciamiento en las conclusiones y en los actos que les siguen.
Una imposición de las ideas de aquellos que pueden gritar más fuerte. Y en nuestras sociedades actuales, los que pueden gritar más fuerte son los que tienen más dinero y recursos a su disposición. Las élites políticas y empresariales. No la clase popular. No los pobres. Por eso la importancia de buscar nuevas rutas que nos lleven a un diálogo verdadero, no simulado, trucado, ni manipulado como el actual.
A la clase política en el caso de México, que utilizó esta forma de manipulación de la opinión pública le duró poco el truco. Los usuarios en redes captaron pronto la mentira, y comenzaron a evidenciarla ante aquellos que desconocían la existencia de usuarios falsos conocidos como bots, y la operación de páginas de internet poco fiables. La máscara cayó.
No obstante, ante un mar de espacios de interacción en la www, ¿cuál puede ser la alternativa?. ¿Cómo podemos promover y materializar ese diálogo real y necesario, que esquive las fake news (noticias falsas), los operadores políticos y de intereses económicos que engañan con datos y usuarios manipulados?.
Intentemos aterrizarlo de la siguiente forma:
Primero, y cómo paso más importante, aprendiendo a escuchar.
Es decir, aprendiendo o reaprendiendo la forma adecuada de hacernos del conocimiento, de seleccionar aquellas fuentes de información que tengan características apropiadas para entender realidades. Abrirnos al necesario contraste de ideas nuevas, distintas, opuestas. Pero saber elegir a quién escuchar, buscar a aquellas personas con experiencia y sí, también prestigio.
Un proceso que tal vez en un inicio parezca difícil, como el seleccionar el aguacate correcto de entre una montaña de aguacates maduros, verdes y podridos en el mercado, pero que con el tiempo y la selección constante de aguacates, nos permitirá identificar el más apropiado. Es lo mismo. Y debe convertirse y promoverse como un buen hábito. Escuchar apropiadamente.
Alcanzado ese primer paso lo siguiente podría ser nuestra participación dentro del proceso. Aportar ideas, y aclarar dudas mediante un ir y venir de interacciones con quienes están inmersos, de la misma forma o más que nosotros, en el tema que deseamos conocer.
Participar es además de enriquecedor un elemento necesario para que nuestras perspectivas no queden fuera. Poder ser escuchados. Si este segundo paso se cumple, si nuestra opinión se integra al diálogo del tema de interés, quedaría un tercer y último elemento esencial. Los hechos.
Si bien el diálogo desarrollado correctamente o lo mejor posible, es importante, no tendría sentido si no se ve reflejado en realidades palpables. Acuerdos alcanzados materializados. Promesas cumplidas. Rutas tomadas. La concreción real del diálogo.
Cuando vemos los resultados podemos saber si el diálogo fue fructífero. Cuando confirmamos hechos entendemos también qué se cumple y qué no. Si no vemos, no buscamos, o no encontramos resultados y hechos concretos, no podemos dar vuelta en este círculo de diálogo-realidad.
Al contrastar los hechos con los planteamientos del diálogo, reiniciamos los tres pasos y avanzamos positivamente. Haciendo esto creo que podemos sortear las obras teatrales y trampas que se nos han impuesto, para distraernos de las verdaderas reflexiones. Para distraernos de los hechos en los temas que realmente importan.
Más diálogo, eso hace falta.
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