Hace ya algunos años, a inicios de la década del año 2000, el entonces Alcalde de Mexicali Samuel Ramos, había convocado a una rueda de prensa en su oficina. El tema a tratar, era sobre las tarifas de energía eléctrica para la ciudad. Uno de los más recurrentes hasta la fecha.
La explicación fue extensa con muchos aspectos técnicos, de los consumos de kilowatts por hora, de la necesidad de generación, de los costos de operación, de traslados, del “calorón termonuclear” que hay cada verano, y un largo etcétera. Terminando con un mensaje de que esperaban que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y/o el gobierno federal, básicamente se apiadaran de ellos y entendieran las condiciones de altas temperaturas que llevan a un alto consumo.
Tomando en cuenta la explicación tan detallada que dieron, dejando claro que Mexicali debía tener esas consideraciones, la pregunta que se me vino a la mente y que le planteé a Ramos fue la siguiente: ¿Y por qué si es tan claro no les bajan las tarifas?.
Mi pregunta generó una reacción de risa por parte del Alcalde, quien luego de tomar un poco de aire me dijo: “¿No eres de Mexicali verdad?”. Y ahí quedó la cosa, no me respondió.
Esa falta de respuesta me dejó pensando si realmente toda esa larga explicación que habían dado, la convocatoria a la rueda de prensa, no sería entonces una mera simulación de que estaban intentando alcanzar algo, que hasta risa les daba imaginar que pudiesen lograr.
Y en ese momento también caí en cuenta de que las preguntas más sencillas, en especial planteadas en el ámbito político, se pueden convertir en las más difíciles de contestar.
El qué de las cosas, o el porqué de las cosas, es una de las preguntas básicas que nos hacemos desde pequeños. A veces tan seguido que llega un punto en que nos cuesta responderlas como adultos. En la infancia, cuando casi toda experiencia es nueva tendemos a preguntarnos “por qué” más frecuentemente. Dejamos de hacerlo en situaciones que ya se convirtieron en un hábito, como el asumir que por más que lo intentemos no van a bajar las tarifas de la luz.
Así que con esa sencilla pregunta repetida muchas veces podemos obtener respuestas muy interesantes.
¿Por qué si subieron tanto el Predial los servicios e infraestructura de la ciudad no han mejorado un ápice?.
¿Por qué no han transparentado el manejo del dinero de las múltiples obras de remodelaciones en la ciudad?.
¿Por qué ante una larga lista de irregularidades en la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles medio país se enfrascó en una discusión sobre una señora que vendía ´tlayudas´?.
¿Por qué se siguen militarizando importantes áreas civiles del país si no hay resultados positivos ni del ejército ni del gobierno?.
¿Por qué Baja California no ha implementado un plan de emergencia ante la escases de agua, como ya lo hizo nuestro estado vecino de California?.
En fin, quizá el replantearnos qué cosas cuestionamos, podría llevarnos a una sociedad más enfocada a los temas importantes. La ruta más sencilla es, creo yo, la de hacernos las preguntas más simples, como los niños lo hacen, y que ha veces hasta a los padres nos ponen en aprietos.
Fotografía de portada: Colin Kinner / CC-BY
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